Todos los años, salvo rara excepción, nos escapamos una semana al pirineo para darle a la montaña y a los cañones. En esta ocasión y por primera vez… y ¡Por fin!, coincidimos los cuatro, Justo, Cantia, Nerea y Gelo, por lo que nos centramos fundamentalmente en el descenso de cañones. Como también era la primera vez para Nerea en esta zona decidimos repetir alguno de los clásicos del pirineo aragonés y así darle motivos más que suficientes para volver… cosa que se logró de forma inmediata en la primera noche. La verdad es que fueron menos días de lo que nos hubiera gustado pero de todas maneras disfrutamos de lo lindo y para encima, tuvimos un tiempo excelente salvo alguna tormenta por la tarde generada por el calor.
Salimos el día 14 por la tarde e hicimos noche en
el embalse de Bubal, a pocos kilómetros del pueblo de Escarrilla. Por la mañana temprano, antes de las aglomeraciones diarías, atacamos el barranco del Gorgol, una minijoya labrada en caliza de primera calidad, con unos colores, un agua cristalina y una belleza impresionante. Tras salir de allí nos fuimos al barranco de Escarrilla, otro cañón de corta duración pero también con imágenes hermosas para la retina. Desde allí nos dirigimos al camping de San Nicolás de Bujaruelo para, al día siguiente, descender el Lapazosa. Un cañón de más envergadura, donde pudimos comprobar la rápida evolución de las chicas en estas lides. Las vistas del extenso pinar, bajo las peladas moles calizas, desde el cañón, para enmarcar.
Volvimos a levantar el campamento y nos instalamos en el camping de la pequeña localidad de Oto, donde pasamos dos noches. Para el primer día acordamos descender las Gloces, un pequeño cañón casi más parecido a una cueva que a un barranco debido a las formas ahuecadas por la erosión y a su estrechez, que apenas dejan pasar la luz. En esta ocasión y dada la cantidad de gente que visita este lugar no madrugamos y nos dedicamos a jugar en la piscina hasta la tarde, y en pleno agobio de calor, disfrutamos de un solitario y divertido descenso. Imprescindible su realización.
El Martes por la mañana recogimos y nos acercamos al valle de Hecho (o echo, según) con la intención de realizar la Boca del Infierno, un hermoso cañón que puedes controlar en casi todo su recorrido durante el camino de acceso hasta la entrada al río. Es muy llamativa la coloración roja que conforma el sustrato calizo por el que circula el agua, parece un torrente sanguíneo. Al final no nos atrevimos a hacerlo, ya que nos cayó una nube justo antes de entrar y el agua bajaba bastante turbia, lo que nos echo para atrás, ya que se trata de un río en toda regla y recoge las aguas desde una zona muy amplia y lejana, por lo que su caudal nos pareció elevado. En esta situación y con los calores de la tarde apretando que mejor que irnos a la piscina del camping a desfogar y dar el cante. Y ese fue nuestro último día de actividad…al día siguiente de vuelta a casa…cosas del curro.
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