07 febrero 2009

Cañón de Buanga

Saliendo del lavadero de San Andrés, ya caminando,retornaremos a la carretera en dirección a Trubia hasta encontrar una pista hormigonada a mano izquierda.Subiremos por la pista hasta que al lado de una casa sale un camino a mano izquierda donde un cartel de una ruta de senderismo.Subiremos por el camino que nos adentra en un bosque, después en un pequeño llano, encontraremos otro cruce,seguiremos por el camino principal e la izquierda, que en poco, nos deja en una ladera empinada, que una vez rebasada por el camino por el que veníamos nos dejara en otro pequeño bosque entre paredes y el cañón, que nos dejara en un ultimo cruce de caminos, cogeremos el de la izquierda que en poco nos deja en el arroyo, cerca de la primera cascada.
El acceso puede llevarnos entorno a 30min, el descenso entorno a 1:30 ó 2 horas, y el retorno unos 15 min.
El mayor rapel es de 30 mts.
Es un cañón abierto de cuarcita.
Fácil y se puede hacer con mucho caudal sin peligro.







No existe cosa que más deleite produzca que la improvisación, sobretodo cuando los “planes salen bien” (como diría Hannibal, lider del Equipo A). Tras un fin de semana de viaje, bodorrio, resaca, viaje de vuelta y selección española (por ese orden temporal, que no de intensidad…y con esto me refiero a la selección eh. ¡No seáis mal pensados!), la opción más rentable para el organismo, sin duda alguna y ante la perspectiva de un lunes libre, sería la del “tumbing/evaporación etílica” sobre cama, sofá, prao o playa. Como los caminos del Señor son inexcrutables, la realidad que nos esperaba fue sensiblemete diferente y, voto a Dios, más disfrutona.
Entre trago y trago de café mañanero, la calenturienta imaginación de mi insigne novia logró vencer las telarañas del sueño y en cuanto insinuó las palabras “barranco”, “Buanga” y “tortilla” no me hice de rogar mucho y antes de que se lo pensase mejor, ya estaba de camino a casa de mi hermano para sablearle la cámara acuática y las llaves del local del grupo…
Aproximadamente una hora después y con la intendencia lista, salimos hacia San Andrés haciendo escala en Trubia para recoger el material necesario en tan digna empresa y, dejando el coche en el lavadero del pueblo, procedemos al pateo hasta la cabecera del río. Unos 45 minutos después de sufrir los agobios del calor, mosquitos y una buena regeneración facial a base de telas de araña, alcanzamos el punto de inicio de la torrentera, donde nos ponemos los modelitos primavera/verano. Allí mismo repasamos unas nociones básicas para acometer el descenso con seguridad y nos lanzamos a los abismos.
El arroyo Buanga, que prácticamente todo el mundo en el grupo conoce y que tan buenos y urticantes momentos nos brindó en nuestra infancia, atraviesa la Sierra de Buanga transversalmente en su extremo más septentrional, aprovechando una falla geológica que corta los materiales cuarcíticos que conforman dicha Sierra. La activación de este fenómeno, hace millones de años, originó una “línea” deprimida y más debilitada por la que se encauzaron las aguas provenientes de la pequeña cuenca de recepción situada aguas arriba.
Son precisamente las características de la roca cuarcítica las que confieren a este tipo de cañones una serie de particularidades que los diferencian de los calizos (más plásticos y engorgados): Todo el descenso se desarrolla en un ambiente muy abierto a causa de la gran dureza de estos materiales que hacen muy difícil el encajamiento de la red fluvial, por lo que las mayores dificultades que te encuentras son las abundantes y bonitas cascadas que jalonan todo el recorrido… Ésto, unido a la frondosa vegetación típica de las zonas silíceas (bosques mixtos caducifolios) convierten este arroyo, a mi entender, en uno de los mejores descensos para iniciación de la región (sobretodo cuando lo pillas alegre de caudal); La comodidad de las cabeceras para iniciar los rápeles, el número de ellos, la seguridad de poder escapar y salir airoso de posibles embarques y la belleza del terreno por el que pasas, ya no solo por el bosque de ribera y las cascadas, sino también por el ancestral aprovechamiento del agua llevado a cabo por los lugareños desde los tiempos de “Mari Castaña”, a través de molinos (por desgracia ya en ruinas), antiguos canales de recogida de agua e incluso una, no sé si minicentral o depuradora de agua… dan cuerpo a una bonita y relajada actividad.
A todas las razones expuestas hasta ahora, le unes la emoción de llevar a tú pareja por un lugar aislado que solo conocía de oídas y ver las caras de felicidad mientras baja por esas largas cascadas (la mayor de ellas tiene treinta metros de altura), y las de asco en alguno de los destrepes, a la orden de:
_ ¡Agggg, mira que ARAÑA(*)!, quítala de ahí… ¡MÁTALA!, No, no. Yo por ahí no paso.
_ Venga guaja, tira pa´bajo que ta ahí colgada y casi ni se ve.
_ Y una mierda, ¡DIOS! Si hay otra al lado… ¡MÁ-TA-LAS!
_ ¡¡PIM PAM PUM!! ¿Contenta?...
_Que conste que solo quitaste una… la otra cayó por donde tengo que pasar, ¿Oiste?
_ ¡RECRISTO! Que cruz con los bichos; (Esto para el cuello del neopreno).
Con la completa catalogación sobre la fauna invertebrada realizada por la Doctora Nerea y es que, a Fe mía, no hay nada como un buen trauma infantil para desarrollar las dotes detectivescas, nos vamos acercando al final de nuestro acuático día sorteando obstáculos, echándonos una risas, sacando fotos… “apartando bichos”, etc. Ya para finalizar, nos salimos del cauce unas decenas de metros antes de alcanzar una cabaña de madera, creo que perteneciente al ICONA. Desde allí solo nos restan unos quince minutos, primero por una senda y después por el vil asfalto, hasta volver al lavadero, donde iniciamos nuestra andadura unas cuatro horas antes… y la tortilla esperando, hummmmm…
PD: Mientras escribo estas líneas, dos garrapatas han vilipendiado mi tierno cuerpo… una cerca del culo y otra en la zona opuesta, ¡y no quiero dar más detalles!
(*) En este apartado sirven al uso los términos Ciempiés y “bichos alados”. Todo ello para diferentes puntos del recorrido.

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